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LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO, SUS PELIGROS Y ALCANCES

domingo, 17 de enero de 2016

¿Callar o actuar? Sobre la Ideología de Género

Extracto de la intervención durante las celebraciones de Santo Tomás Becket el 5 de enero de 2016, en el  Museo del Castillo Estergom, Hungría.

La figura de Tomás, fiel canciller del rey Enrique y Arzobispo de Canterbury, que vivió hace unos 900 años, nos invita a reflexionar sobre las raíces cristianas de Europa y su destino actual.
En la historia de los orígenes de Europa encontramos  esas raíces cristianas que Tomás Becket testificó hasta el final de sus días: la pertenencia y el respeto mutuo entre la Iglesia y el Príncipe - hoy diríamos entre  Iglesia y Estado. El respeto y la no indiferencia, el respeto hacia las distintas y complementarias funciones entre lo que es de César y lo que es de Dios. Es bueno repetir estos conceptos tan simples en este momento histórico, en el que en toda Europa y especialmente en Europa occidental (y, a veces en los EE.UU.), nuevas ideologías totalitarias y nuevas tentaciones estatistas y que homologan, reaparecen con fuerza en muchos gobiernos llamados civilizados.
Desde la derrota de las Termópilas en el 480 aC  hasta la victoria de Salamina de ese mismo año, el occidente ha definitivamente derrotado no sólo el oriente pérsico sino también su idea de Dios-Rey, la fusión del  poder político y religioso en una única persona que, no por casualidad, encontramos hoy en día en el mundo islámico.
El imperio romano tuvo que ceder ante el desafío del obispo Ambrosio en el año 313 con la proclamación del Edicto de Milán o Edicto de Tolerancia.
Este Edicto representa el origen y la contemporaneidad de la libertad de fe y  religión. Constantino y Licinio al "considerar cada cosa  hecha para la seguridad y el bienestar público ... (quieren) garantizar a los cristianos y a todos, la plena autonomía y autoridad para observar la religión que prefieran."
Por tanto, el derecho universal, reconocido y promovido por el artículo 18 de la Convención de los Derechos Civiles y Políticos (1966) y la Declaración de la ONU sobre la Eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las creencias (1981), no solo debería basar  su eficacia "en sí mismo", sino que debería ser aplicado en la realidad también a partir de las consideraciones de Constantino y Licinio.
Si se desea promover la seguridad y el bienestar público de la nación, es necesario que este derecho sea "reconocido, respetado y aplicado en todos los niveles y en todas las áreas" (Discurso al Cuerpo Diplomático de Su Santidad Benedicto XVI, enero de 2012).
Tomás Becket, antes como fiel canciller del rey  y luego como Arzobispo y  Primado de la Iglesia de Inglaterra, ha desempeñado durante toda su vida, por la Gracia de Dios, ambos roles, el de "siervo de César" y el de "siervo de Dios". De manera similar, otro gran maestro de la vida pública y de la fe, el  inglés Tomás Moro, después de varios siglos, tuvo que enfrentarse a las mismas penas y al mismo martirio que sufriò Becket.
Servir César no significa servir un poder totalitario, no es usar el poder para  "construir una nueva humanidad" y destruir la cultura, la memoria, la tradición e incluso los "corazones" de los ciudadanos. Hungría y todo la bella y próspera Europa Oriental ya han  probado el sufrimiento y el yugo injusto del totalitarismo soviético.
El César que mató a Tomás se llamaba Enrique II, el que mató a millones de personas en Europa en nombre de una tremenda ideología era Iosif Stalin: cambian los nombres, pero no el  trágico fin.
El poder del hombre sobre el hombre o el de una forma de gobierno que presume de ser el poder absoluto - y por lo tanto pretende esclavizar las conciencias  de los ciudadanos y reemplazar a Dios y a sus iglesias – no ha  desaparecido en el mundo contemporáneo.
Es una tentación que nos va a acompañar siempre: las distintas formas de gobierno pueden mitigar y compensar esta tentación, pero nunca podrán  eliminarla definitivamente. Los cristianos la llaman "pecado original".
Incluso hoy en día resuenan en el espacio público, en muchos países occidentales, los gritos de uno de los asesinos de Tomás, la voz de Rinaldo Fitz-Urse: "¿Dónde está Tomás Becket, el traidor del  Rey y del Reino?". Hoy día seguimos escuchando: "¿Dónde está el Gobierno de Hungría, Polonia, el Obispo católico o el Pastor evangélico, donde están el padre y la madre, el  funcionario público y el profesor de la escuela  que traicionan el reino de Europa y su Rey o su voluntad, que violan el obsesivo “políticamente correcto”   que impone a todos la nueva ideología de género y el  relativismo? "
No estamos tan lejos de lo ocurrido en el  milenio pasado, excepto por una cuestión fundamental.
En aquel entonces, después de la muerte de Tomás Becket, el mundo entero se conmovió y Europa (así como Inglaterra y el mismo rey Enrique II) lloró por la muerte del Santo, que murió por "el Señor y por la libertad de la Iglesia y por la paz ".
¿Hoy en nuestro mundo de falso progreso, quién lloraría?
Aún así, la vida y la muerte de Tomás Becket nos muestran cómo es posible vivir la responsabilidad pública sin la obsesión por el poder absoluto, sino como un "servicio a la gente."  Muestran que la vida de fe debe ser vivida en la sabiduría y en la alegría, sobre todo buscando todo lo que sea mejor para  Dios. Por lo tanto, cuando las circunstancias lo exigen, hay que vivir defendiendo con firmeza e inflexibilidad  la libertad de religión y de conciencia.
En 1166, en su carta al Rey, Tomás escribió: “¿Callar o actuar?” Ambos son peligrosos. Sin embargo, dado que la indignación del Rey es meno perjudicial que la de Dios, me encomiendo a la misericordia del Señor que conserva  el corazón de los reyes y los depone donde quiere ".
En el mundo occidental evolucionado y progresado (?), crecen los crímenes de odio contra el cristianismo y todas las religiones vinculadas a Abraham. En algunos países se prohíben las procesiones religiosas y manifestaciones de culto de los santos cristianos y  en muchos sistemas escolares se  prohíbe  la enseñanza de la religión cristiana.
Todo esto no se hace por tolerancia hacia otras religiones – ya esto sería un error. Todo está decidido y actuado por la intolerancia del poder que gobierna  los estados y las naciones hacia la libertad de la Iglesia y de la religión.
La misma Europa promueve estas nuevas formas de totalitarismo absoluto e inhumano, y con gran coherencia,  el Occidente omite cualquier iniciativa para evitar la persecución de los cristianos.
Mejor orar, hablar y actuar, es decir, mejor evitar incurrir en la "ira de Dios".

Sursum Corda!
Luca Volontè

CEO Fundación Novae Terrae

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