Extracto de la intervención durante las celebraciones de Santo
Tomás Becket el 5 de enero de 2016, en el Museo del Castillo Estergom,
Hungría.
La figura de Tomás, fiel canciller del rey Enrique y Arzobispo de Canterbury,
que vivió hace unos 900 años, nos invita a reflexionar sobre las raíces
cristianas de Europa y su destino actual.
En la historia de los orígenes de
Europa encontramos esas raíces cristianas que Tomás Becket testificó hasta el
final de sus días: la pertenencia y el respeto mutuo entre la Iglesia y el
Príncipe - hoy diríamos entre Iglesia y Estado. El respeto y la no
indiferencia, el respeto hacia las distintas y complementarias funciones entre
lo que es de César y lo que es de Dios. Es bueno repetir estos conceptos tan
simples en este momento histórico, en el que en toda Europa y especialmente en
Europa occidental (y, a veces en los EE.UU.), nuevas ideologías totalitarias y
nuevas tentaciones estatistas y que homologan, reaparecen con fuerza en muchos
gobiernos llamados civilizados.
Desde la derrota de las Termópilas en el 480
aC hasta la victoria de Salamina de ese mismo año, el occidente ha
definitivamente derrotado no sólo el oriente pérsico sino también su idea de
Dios-Rey, la fusión del poder político y religioso en una única persona que, no
por casualidad, encontramos hoy en día en el mundo islámico.
El imperio
romano tuvo que ceder ante el desafío del obispo Ambrosio en el año 313 con la
proclamación del Edicto de Milán o Edicto de Tolerancia.
Este Edicto
representa el origen y la contemporaneidad de la libertad de fe y religión.
Constantino y Licinio al "considerar cada cosa hecha para la seguridad y el
bienestar público ... (quieren) garantizar a los cristianos y a todos, la plena
autonomía y autoridad para observar la religión que prefieran."
Por tanto, el
derecho universal, reconocido y promovido por el artículo 18 de la Convención de
los Derechos Civiles y Políticos (1966) y la Declaración de la ONU sobre la
Eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la
religión o las creencias (1981), no solo debería basar su eficacia "en sí
mismo", sino que debería ser aplicado en la realidad también a partir de las
consideraciones de Constantino y Licinio.
Si se desea promover la seguridad y
el bienestar público de la nación, es necesario que este derecho sea
"reconocido, respetado y aplicado en todos los niveles y en todas las áreas"
(Discurso al Cuerpo Diplomático de Su Santidad Benedicto XVI, enero de
2012).
Tomás Becket, antes como fiel canciller del rey y luego como
Arzobispo y Primado de la Iglesia de Inglaterra, ha desempeñado durante toda su
vida, por la Gracia de Dios, ambos roles, el de "siervo de César" y el de
"siervo de Dios". De manera similar, otro gran maestro de la vida pública y de
la fe, el inglés Tomás Moro, después de varios siglos, tuvo que enfrentarse a
las mismas penas y al mismo martirio que sufriò Becket.
Servir César no
significa servir un poder totalitario, no es usar el poder para "construir una
nueva humanidad" y destruir la cultura, la memoria, la tradición e incluso los
"corazones" de los ciudadanos. Hungría y todo la bella y próspera Europa
Oriental ya han probado el sufrimiento y el yugo injusto del totalitarismo
soviético.
El César que mató a Tomás se llamaba Enrique II, el que mató a
millones de personas en Europa en nombre de una tremenda ideología era Iosif
Stalin: cambian los nombres, pero no el trágico fin.
El poder del hombre
sobre el hombre o el de una forma de gobierno que presume de ser el poder
absoluto - y por lo tanto pretende esclavizar las conciencias de los ciudadanos
y reemplazar a Dios y a sus iglesias – no ha desaparecido en el mundo
contemporáneo.
Es una tentación que nos va a acompañar siempre: las distintas
formas de gobierno pueden mitigar y compensar esta tentación, pero nunca podrán
eliminarla definitivamente. Los cristianos la llaman "pecado
original".
Incluso hoy en día resuenan en el espacio público, en muchos
países occidentales, los gritos de uno de los asesinos de Tomás, la voz de
Rinaldo Fitz-Urse: "¿Dónde está Tomás Becket, el traidor del Rey y del Reino?".
Hoy día seguimos escuchando: "¿Dónde está el Gobierno de Hungría, Polonia, el
Obispo católico o el Pastor evangélico, donde están el padre y la madre, el
funcionario público y el profesor de la escuela que traicionan el reino de
Europa y su Rey o su voluntad, que violan el obsesivo “políticamente correcto”
que impone a todos la nueva ideología de género y el relativismo? "
No
estamos tan lejos de lo ocurrido en el milenio pasado, excepto por una cuestión
fundamental.
En aquel entonces, después de la muerte de Tomás Becket, el
mundo entero se conmovió y Europa (así como Inglaterra y el mismo rey Enrique
II) lloró por la muerte del Santo, que murió por "el Señor y por la libertad de
la Iglesia y por la paz ".
¿Hoy en nuestro mundo de falso progreso, quién
lloraría?
Aún así, la vida y la muerte de Tomás Becket nos muestran cómo es
posible vivir la responsabilidad pública sin la obsesión por el poder absoluto,
sino como un "servicio a la gente." Muestran que la vida de fe debe ser vivida
en la sabiduría y en la alegría, sobre todo buscando todo lo que sea mejor para
Dios. Por lo tanto, cuando las circunstancias lo exigen, hay que vivir
defendiendo con firmeza e inflexibilidad la libertad de religión y de
conciencia.
En 1166, en su carta al Rey, Tomás escribió: “¿Callar o actuar?”
Ambos son peligrosos. Sin embargo, dado que la indignación del Rey es meno
perjudicial que la de Dios, me encomiendo a la misericordia del Señor que
conserva el corazón de los reyes y los depone donde quiere ".
En el mundo
occidental evolucionado y progresado (?), crecen los crímenes de odio contra el
cristianismo y todas las religiones vinculadas a Abraham. En algunos países se
prohíben las procesiones religiosas y manifestaciones de culto de los santos
cristianos y en muchos sistemas escolares se prohíbe la enseñanza de la
religión cristiana.
Todo esto no se hace por tolerancia hacia otras
religiones – ya esto sería un error. Todo está decidido y actuado por la
intolerancia del poder que gobierna los estados y las naciones hacia la
libertad de la Iglesia y de la religión.
La misma Europa promueve estas
nuevas formas de totalitarismo absoluto e inhumano, y con gran coherencia, el
Occidente omite cualquier iniciativa para evitar la persecución de los
cristianos.
Mejor orar, hablar y actuar, es decir, mejor evitar incurrir en
la "ira de Dios".
Sursum Corda!
Luca Volontè
CEO Fundación Novae Terrae
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